Por:Edgardo Morales S.
Morelia, Mich., a 03 de Julio del 2016.,- Buenos días a todas, a todos, quiero en primer lugar agradecer la invitación para participar en esta ceremonia, en este aniversario luctuoso de uno de nuestros grandes compañeros y saludar a quienes hoy nos acompañan.
Agradecerle al señor rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, al doctor Medardo Serna, que nos reciban en este extraordinario recinto, desde luego también al señor regente del Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás, muchas gracias por permitirnos estar en este espacio, en este lugar, quiero saludar con mucho respeto y aprecio a la licenciada Estela Carrillo Gallegos, mi paisana, viuda del licenciado Xavier Ovando, y también saludar a sus hijos a Xavier Caheri, a Gerardo Cutzandi, a Cuautli Ucámbeti, y con ellos también a sus familias.
Agradecer la presencia del señor secretario de Gobierno del Estado de Michoacán, al señor secretario del Ayuntamiento de Morelia, al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado y a todas y todos, las y los invitados, agradezco la presencia de muchas compañeras, compañeros que hoy se congregan en este evento, a mis compañeras y compañeros del Gobierno del Estado, a los integrantes del Gabinete del Gobierno del Estado, a dirigentes, políticos, amigos de Xavier, en general a todas y a todos, me da mucho gusto poder encontrarme con ustedes el día de hoy y expresarles mi saludo.
Nos congregamos aquí para recordar un doloroso hecho, la muerte de Francisco Xavier Ovando Hernández y Román Gil Heráldez, quienes fueron privados de la vida en vísperas de las elecciones presidenciales de 1988.
El asesinato ocurrió en un momento en el que Xavier Ovando realizaba tareas trascendentales para la vida democrática nacional, inmerso en un clima de confrontación y antagonismo.
En esta fecha, recordamos al valioso ser humano, al amoroso esposo y padre de familia, al amigo incondicional, al hombre que adoptó por decisión propia a Michoacán como su tierra; al estudiante y maestro nicolaita, al leal colaborador e infatigable servidor público.
Saludo con mucho respeto, ya lo hice, a la señora Estela Carrillo y sus hijos y familia, y destacar lo importante y significativo para ella y para sus hijos que hoy estemos rindiendo un merecido homenaje, en un aniversario más de la muerte de Xavier Ovando, porque ella y ellos vivieron en carne propia la persecución y el hostigamiento y la irreparable pérdida de su esposo y padre.
Me permito evocar las palabras de su compañera de vida, de Estela, a quien Ovando conociera en el quinto año de la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, abro la cita: “Xavier, quien era un enamorado de Michoacán, decidió consagrar su vida a construir un México mejor, para que así sus hijos recibieran un país más justo”.
Este 2 de julio de 2016 es propicio para reflexionar sobre los hechos históricos de aquellos años. Hace 28 años, cuando fueron artera y cobardemente asesinados Francisco Xavier Ovando y Román Gil Heráldez, en México prevalecía una realidad muy distinta a la que hoy vivimos.
Muchos de los que aquí estamos reunidos vivimos de cerca este lamentable suceso, que afectó y conmocionó la vida política de México.
Recuerdo perfectamente al escuchar la noticia, la cual causó en mí sorpresa e indignación, en ese momento era yo estudiante en la Universidad Autónoma Chapingo, y me desempeñaba además como dirigente estudiantil de la universidad en mi cuarto año de la carrera.
En aquel entonces, el régimen político imperante controlaba de manera hegemónica la vida política, social y económica de la Nación.
En los tres ámbitos de gobierno y en todas las entidades federativas, los espacios de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo eran asignados conforme a la voluntad del Presidente de la República o de los gobernadores en turno.
Los medios de comunicación eran controlados férreamente, la oposición estaba reducida a un mero papel testimonial y las oportunidades para el debate político se circunscribían al mundo académico o al acotado margen de la Cámaras del Congreso, donde el sistema de representación proporcional funcionaba como una precaria válvula de escape a las inquietudes sociales de nuestro país.
Cualquier posibilidad de alternancia quedaba definitivamente descartada, a excepción de algunos muy escasos municipios en los que por conveniencia se permitía que la oposición ganara.
Incluso, se llegó al absurdo de que en la elección presidencial de 1976 se presentó un solo candidato, el candidato oficial, que no contendió con nadie. Los comicios, pues, resultaban tan sólo ser un mero trámite.
Era natural y comprensible, que tal clima de opresión política, combinado con lustros de crisis y desastre económicos, produjeran un sentimiento legítimo de insatisfacción entre la ciudadanía.
Millones de mexicanos y mexicanas comprometidos, patriotas y valientes, con la idea de transformar esa situación, se congregaron en torno a un proyecto común, la candidatura presidencial del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a quien expreso mi admiración y respeto.
Dichos compatriotas aportaron generosamente su esfuerzo, su patrimonio, su tranquilidad y en algunos casos incluso sus propias vidas, con tal de enfrentar y de erradicar el autoritarismo y la cerrazón del sistema político en el que se vivía.
Entre esos mexicanos destacó Xavier Ovando, quien con total convicción se sumó a la causa democrática. Trágicamente la vida le fue en ello, como a muchos otros, pero gracias a la prolongada y a veces dolorosa lucha de las fuerzas progresistas, hoy contamos con libertades cívicas que eran impensables en aquellos momentos, esto significa que su sacrificio no ha sido en vano.
Esta lucha marcó un parteaguas en la vida pública y permitió el surgimiento de una nueva era para Michoacán y para México, donde la pluralidad y la alternancia son cosa cotidiana.
En ese transitar han ocurrido cambios importantes en el país, en la materia política, económica y social, sin desconocer que queda mucho camino por recorrer, y retos y desafíos por enfrentar, quizá los desafíos y los retos más grandes sean la inequidad y la injusticia en la que viven muchas y muchos mexicanos.
Gracias a esta transformación se ha logrado que en México los votos cuenten y se cuenten, que la ciudadanía tenga a la mano instrumentos efectivos para vigilar e impedir que su voluntad electoral sea burlada, y que la Nación viva más en una normalidad democrática, la cual, aunque perfectible aún y siempre, es un avance que debemos cuidar y preservar.
A lo largo de casi tres décadas, mediante un gran esfuerzo, hemos construido un país y una cultura política donde la democracia impera cada vez más como forma de vida.
Estoy convencido que no hay verdades absolutas, que no todo es blanco, ni todo es negro. Necesariamente, el ideal democrático nos impone renunciar a la certeza de que poseemos toda la verdad.
En la variedad de opiniones y en la polémica civilizada de las mismas, se encuentra la riqueza de nuestra vida pública. La nutren y la estimulan.
La pluralidad nos exige tolerancia, equilibrio e inclusión, demanda la obligación de escuchar y entender al otro. Creo en un sistema en donde todos contamos y en donde todos cabemos.
Quienes compartimos estos ideales y en congruencia con los principios democráticos, nos comprometemos a hacer un ejercicio intenso de la política, del arte de encontrar las coincidencias entre las diferencias y construir una mejor Patria, una mejor sociedad a partir de ellas y reconocer que los demás también existen.
La necesidad de concertar, de debatir, con argumentos serios y actitud deferente, así como de congregar voluntades en torno a ideas y acciones en beneficio común.
Estoy convencido que el discurso recalcitrante, radical, que divide, excluye y confronta, no contribuye a la sana edificación de la sociedad que queremos y la Patria que deseamos.
No podemos estar de manera constante en contra de todo y a favor de nada, sin proponer, sin construir; siempre será mejor fórmula buscar el diálogo y encontrar la unidad en la diversidad.
Estar al servicio de una causa distinta a la del mayor interés social, no ayuda. Quienes solo descalifican y condenan sin revisar su pasado, se sumergen en el mundo de la inconsciencia y la irresponsabilidad, mal apuestan al olvido de la gente, colocados así en la ruta del cinismo.
Las vanidades o los narcisismos personales son de alto riesgo para la democracia, la cual sólo se construye en el colectivo y se ejerce para todas y para todos.
Tengo el privilegio de encabezar un gobierno que postula los principios, valores e ideales por los que han luchado mujeres y hombres como Xavier Ovando.
Porque un gobierno emanado de un movimiento progresista y democrático pone en el centro de su acción el bienestar social, pues queda claro que ser un gobierno progresista no significa gobernar en el desorden, ni permitir el abuso, ni se puede imponer criterios unilaterales, ni se deben.
Los gobiernos progresistas y democráticos estamos obligados a gobernar bien, a ser eficientes y eficaces, pero lo más importante, estamos a obligados a entregar resultados, porque al final del camino lo que importa es lo que le entreguemos a la gente, a las y los ciudadanos.
Hoy, como Gobierno de Michoacán nos esforzamos por resolver y rescatar de la pobreza, la exclusión y la falta de oportunidades a millones de michoacanas y michoacanos, para hacer del Estado de Derecho una realidad contundente, que ampare a todos por igual y que imponga el justo castigo a quienes abusan y delinquen.
En Michoacán contamos con un proyecto que tiene visión de Estado y vocación de gobierno, conscientes de que el ejercicio público debe de corresponder y responder al interés general.
Trabajamos para erradicar la cultura del privilegio indebido y la corrupción, prácticas que vulneran profundamente a nuestra sociedad y eso sólo se logra gobernando bien, respondiendo a la demanda de la gente con responsabilidad y con orden.
Como gobierno hemos asumido nuestra responsabilidad de apegarnos a la legalidad en nuestro actuar, y velar por el respeto al Estado de Derecho en Michoacán, priorizando en todo momento el bien común. El interés general siempre estará por encima del interés particular.
Las instituciones y las leyes, se constituyen de reglas que debemos observar todas y todos y nos marcan la pauta para gobernar bien. Cualquier derecho exigido por una minoría, por razonable y legítimo que sea, no debe de pasar por encima de los derechos también legítimos y razonables de las mayorías.
El trabajo permanente en pos del beneficio de la gente, acredita nuestro compromiso. Esa es la mejor manera de honrar a quienes con su vida pagaron por seguir el sueño de un país distinto y mejor.
En honor a Xavier Ovando, Román Gil y todas y todos aquellos que murieron y perdieron su vida en aras de un México mejor, en el Gobierno de Michoacán somos congruentes y consecuentes con los postulados que nos dieron origen, y empeñamos nuestro mayor esfuerzo en construir la Patria justa, generosa y próspera con la que ellos soñaron y por la que ofrendaron su vida.
Por su atención, muchas gracias.